Por: David Álvarez Vázquez
El uso de la lengua materna es una práctica que el tiempo ha venido
acotando debido a ciertos procesos históricos de diversas variables que, en parte, derivan de un
desarrollo de colonización que universaliza una cosmovisión occidentalizada a
partir de distintas formas de endoculturación, es decir, en este caso, el control que la
Corona española, a través del evangelismo, tuvo por medio de la educación como
método de dominación y transmisión de una generación a otra. En este proceso,
el de la espada y la cruz, el territorio llamado Anahuac conservó tradiciones y
costumbres que resistieron (resisten) a esta transculturación que permite
observar, entre una infinidad cultural, la diversidad lingüística, que en
términos bíblicos, rompe con el pensamiento de las 72 lenguas que se
esparcieron en Babel. Este desarrollo permite que, de dos maneras, se planeen
ciertos métodos para intentar propagar la lengua de dominación (castellano): aprendiendo
la lengua materna y posteriormente instruirlos en la que se habrá de imponer,
situación que los evangelistas franciscanos manejaron con especial atención.
La lengua náhuatl o nahuatlahtolli,
hablada por los integrantes de Mesoamérica, expandida con la cultura tolteca y
posteriormente por los mexicas a través de procesos de conquista, tiene
actualmente alrededor de 1.5 millones de hablantes en el territorio mexicano,
siendo la lengua con mayor número de personas después del castellano y que se
ha tomado como pináculo lingüístico con mayor popularidad. De este modo, el uso
de la lengua náhuatl como una generalidad obtuvo un cierto reconocimiento en el
periodo de la colonia, siendo la primera que aprendieron a hablar los españoles,
que desactiva la atención en el resto de las demás lenguas que hasta la
actualidad parecen no existir en el imaginario social.
Si bien, el abarcar la multiculturalidad en el lenguaje es una tarea ardua, que muchos
lingüistas y antropólogos se han dado a la tarea de profundizar, el náhuatl
será el tema a analizar como una forma de recuperación cultural que nos permita
entender ciertas características generales de la misma, y no es que las demás
no sean importantes en sí, sino a la limitante que este autor tiene sobre ellas
y al pequeño, pero valioso proceso de aprendizaje en el conocimiento de esta
lengua en particular.
En la actualidad, y también anteriormente a la conquista, existen (ron)
distintas variantes lingüísticas dentro de una misma lengua hablada,
dependiendo de la región a la que pertenezca su variabilidad fonética y
gramatical, en su sintaxis y morfología, se diversifica dentro de una misma
matriz; algo que el lingüista Morris Swadesh tecnificó en un método que se conoce
como: glotocronología, como la comparación del cálculo de la separación
temporal o divergencia entre dos lenguas emparentadas. La generalidad a la que referiré
solamente será la división entre dos tipos de variantes de un mismo lenguaje:
el náhuatl conocido como clásico, y el contemporáneo, no abarcando las
particularidades regionales. Existen cuatro características principales que
diferencian una lengua de otra, siendo el náhuatl contemporáneo el que conlleva
un proceso de colonización castellanizado que varía en tanto que es una modificación
y adaptación del clásico; estas cuatro características que definen a su vez las
principales propiedades son: Disfrasismos, paralelismos, el uso de
reverenciales y la fonética.
Los primeros dos se definen como descripciones gramaticales que
constituyen una unidad metafórica, es decir, palabras que por separado o
literalmente tienen un significado concreto, pero que al unirlas adquieren
otro; por ejemplo y para ir adentrándose un poco a ciertos significados que
tomamos por hecho, pero que abarcan una comprensión más profunda:
“Quetzalcoatl” se divide en dos palabras que por separado significan:
“Quetzalli” que es “Pluma de quetzal” y “Coatl” que es “Serpiente”; en conjunto
la palabra quiere decir, y es como
comúnmente lo conocemos: “Serpiente emplumada”, pero en realidad esto representa
un paralelismo más complejo que la mera unión de estas dos palabras y es el de la
cosmovisión náhuatl que se refleja en la lengua; por ello, el significado
representa: “Quetzalli” como metáfora de “Precioso” y “Coatl” como metáfora de
“Gemelo”; rompiendo con el esquema educativo y popular que se conoce, el
término quiere decir: “Gemelo precioso”. Tomando en consideración que en la
cultura náhuatl cada ser contiene una carga conocida como nahual y tonal, esto
cobra sentido; el nahual representa la parte de oscuridad, por así decirlo, que
en el término Quetzalcoatl, como “deidad”, se representa en Xolotl y, astronómicamente, es el lucero de la noche; el tonal es la contraparte que se
representa como Tlahuizcalpantecuhtli, que es el lucero de la mañana; ambos son
uno y se interpretan como un ciclo de vida, siendo el opuesto Mictlantecuhtli,
que es la muerte. Como otra consideración, aunque existen en los basamentos
piramidales figuras que representan una serpiente emplumada, en realidad no hay
una certeza firme de que sea Quetzalcoatl; incluso se puede notar en los
códices que su representación no tiene una relación con esta figura. Pero esto
sólo es una metáfora en una sola palabra que dividida etimológicamente da a
entender un paralelismo.
Algunas variaciones más comunes en el disfrasismo, por ejemplo, es el de palabras compuestas que dan una tercera significación: “In xochitl, in cuicatl”, que significa literalmente: “La flor y el canto”, pero que en realidad se interpreta como: “Poesía”, que en los códices se puede observar como una flor y una figura en forma de globo que da la idea de una conversación y esto es lo que se interpreta al evocar estas palabras.
Ernesto Cardenal dirá que la importancia de la poesía para los nahuas es paralela a la filosofía para los griegos, es algo así como una expresión literaria directamente relacionada con Ometeotl, “Dios dual” o “Energía dual” que es la pareja suprema, el que se crea así mismo y por el que todo lo demás se concibe, así de importante fue “La flor y el canto” o mejor dicho, la poesía, para ellos.
Algunas variaciones más comunes en el disfrasismo, por ejemplo, es el de palabras compuestas que dan una tercera significación: “In xochitl, in cuicatl”, que significa literalmente: “La flor y el canto”, pero que en realidad se interpreta como: “Poesía”, que en los códices se puede observar como una flor y una figura en forma de globo que da la idea de una conversación y esto es lo que se interpreta al evocar estas palabras.
Ernesto Cardenal dirá que la importancia de la poesía para los nahuas es paralela a la filosofía para los griegos, es algo así como una expresión literaria directamente relacionada con Ometeotl, “Dios dual” o “Energía dual” que es la pareja suprema, el que se crea así mismo y por el que todo lo demás se concibe, así de importante fue “La flor y el canto” o mejor dicho, la poesía, para ellos.
La tercera característica por el que el náhuatl clásico se diferencia
del contemporáneo es el uso de reverenciales, es decir, un agregado de vocablos
que tienen como función demostrar respeto o cariño hacia ciertas personas u
objetos; una singularidad del náhuatl es su profundo respeto al dirigirse a los demás, tanto que en algunas
comunidades en la actualidad, se le considera de “mala educación” dirigirse alguien sin esta
característica, que podría decirse es el “usted” en nuestra lengua con el que
uno se refiere a los demás.
El reverencial se representa en la escritura con los términos: “tzin” que es el agregado que se realiza a los sustantivos; estos pueden variar entre singular que se puede escribir como: “tzin” o “tzintli” y plurales, que se pueden escribir como: “tzitzin” o “tzinzintin”, el cómo se escoge uno u otro depende de la fonética, que es la cuarta característica y es la que embellece el habla al oído, al fin y al cabo, náhuatl significa: “Aquello armonioso” y que como dato curioso, es en Texcoco donde se dice se encuentra el náhuatl “más puro”. Esta fonética intenta embellecer las palabras y no concibe reglas gramaticales como tal, sino dependiendo del cómo suena se utilizan ciertas características lingüísticas, salvo excepciones.
El reverencial se representa en la escritura con los términos: “tzin” que es el agregado que se realiza a los sustantivos; estos pueden variar entre singular que se puede escribir como: “tzin” o “tzintli” y plurales, que se pueden escribir como: “tzitzin” o “tzinzintin”, el cómo se escoge uno u otro depende de la fonética, que es la cuarta característica y es la que embellece el habla al oído, al fin y al cabo, náhuatl significa: “Aquello armonioso” y que como dato curioso, es en Texcoco donde se dice se encuentra el náhuatl “más puro”. Esta fonética intenta embellecer las palabras y no concibe reglas gramaticales como tal, sino dependiendo del cómo suena se utilizan ciertas características lingüísticas, salvo excepciones.
Un ejemplo del uso de reverenciales se da en, primero, la
demostración de respeto y/o cariño que podría ejemplificarse en la palabra:
“Nocoltzin”, posesivo singular que quiere decir: “Mi abuelito”, entendiendo
esta división en: “No” que es posesivo en primera persona que significa: “Mi”,
“colli” que significa: “abuelo” y que por regla gramatical se elimina el término
“li” para quedar como “col”; hasta ahí la palabra se interpreta como: “Mi
abuelo” pero la particularidad del respeto y/o cariño desaparece, pues no lo tiene al no usar
reverencia, por ello es que se le agrega el término: “tzin” después de “col”,
para que en conjunto signifique: “Mi abuelito”. No implicando que “abuelito” sea
diminutivo, como si se refiriera a un abuelo pequeño, sino como forma similar a
cuando uno habla con cariño sobre alguien o algo y lo minimiza para darle ese
empleo. El segundo caso se da, precisamente, en el uso de diminutivos, pero
ello tiene otras reglas gramaticales que, claro, incluye el “tzin” sin
variabilidad, pero que de forma general podría abarcar otro tema que llevaría a
alargar el de por sí ya largo texto, ya que habría que entender las otras
reglas para esta característica.
Para concluir, la compresión del lenguaje es uno de los factores
principales para el entendimiento de una cultura, quizás no haya una forma más
abarcativa que la del conocimiento de una lengua para poder abrir esa ventana a
una cosmovisión distinta, a una comprensión del mundo que se podría explicar en
que, como dijo el profesor Antonio Flores parafraseando a Miguel León Portilla
(en un escrito en homenaje a Carlos Montemayor), en alguna clase sobre la muerte de un lenguaje: cuando muere una lengua se
cierra una puerta del mundo, una mirada distinta, entonces, la muerte de una
lengua se convierte en un acontecimiento trágico. Así es la gravedad del asunto.
Si bien, entrando en debate con algunas personas que han estudiado la
lengua náhuatl, algunas palabras o significados se pueden interpretar de
ciertas formas, aunque no hay un distanciamiento amplio, si puede generar
alguna variabilidad que es preciso debatirla, con ello referiré a que lo
postulado aquí es debido al estudio básico de la lengua al que he accedido y que
no es una afirmación que intente imponer, quizás diversificada por un
regionalismo que varía las interpretaciones como referí en un comienzo, pero
tomada en este humilde escrito como una generalidad; alguno podrá corregirme en
cuanto algunos aspectos y será grato recibir sus comentarios.
Por otra parte, las diferencias entre el náhuatl clásico y
contemporáneo, son un claro ejemplo de un proceso de conquista que no sólo
abarca aspectos materiales, sino algo todavía más complejo como lo es una
lengua, que es la representación de una realidad; si bien, la castellanización
se propagó ampliamente como un ejemplo claro de colonialidad, el hecho de que
la misma lengua vernácula tenga esta división es todavía más interesante,
debido a que estamos ante un proceso mucho más complejo que el que se percibe a
la primera impresión; tal es el caso del sincretismo ideológico y religioso que
persiste con firmeza en la mayoría de las poblaciones indígenas.
Ahora bien, esto es sólo un ligero y muy superfluo adentramiento a
la amplitud y complejidad del náhuatl, algo que se puede notar en las páginas
de la historia y en su estudio lingüístico; no es extraño que personajes como
el franciscano Gerónimo de Mendietan en el Siglo XVI, la hayan calificado como equiparable al
latín; que si bien en la actualidad no es un comentario trascendental, de
acuerdo al entorno social e ideológico de aquella época, es mucho decir.
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